Actividad física en salud mental

5 Oct, 2020

(Adaptado del Trabajo Final de Grado de Aurora Romero Álvarez “Intervención fisioterápica mediante ejercicio terapéutico en pacientes con Trastorno límite de la Personalidad’ cuya presentación y defensa obtuvo la Matrícula de Honor en la Universidad Europea de Valencia).

Las asociaciones entre actividad física (AF) y Salud Mental (SM) se han estudiado repetidamente en las últimas décadas. Cuando se habla de SM se hace referencia a un estado bueno o normal de todas las actividades y aspectos psicológicos de la persona, y esta es una parte importante del concepto de salud propuesto por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Frecuentemente, el término ejercicio se emplea como expresión general para englobar tanto la AF como el ejercicio, pero el ejercicio es en esencia una subcategoría de la AF. La AF implica el movimiento corporal llevado a cabo por los músculos esqueléticos que consumen energía, mientras que el ejercicio se retrata como «planificado, repetitivo, estructurado y proyectado en el sentido de mantenimiento o mejora de los componentes de la aptitud física». No obstante, en SM no existe evidencia suficiente que haga hincapié́ en esta diferencia ya que los objetivos que se persiguen se enfocan en solucionar problemas derivados de la desregulación emocional. Es por ello por lo que se emplearán los términos ejercicio, ejercicio terapéutico o AF indistintamente.

Muchas organizaciones relacionadas con la práctica de actividades físico-deportivas y con la salud han recomendado la práctica regular de AF, y van en aumento los estudios que muestran las consecuencias de la inactividad física y la importancia de la AF. Hay estudios que demuestran que la inactividad física es la responsable del 33% de los casos de depresión. Por otro lado, otros demuestran que tener rutinas de ejercicio físico regular disminuye las posibilidades de padecer un trastorno de ansiedad.

La AF mejora de manera considerable el estado de ánimo ya que aumenta la perfusión sanguínea que llega al cerebro. De esta manera, puede influir en el eje Hipotálamo-Pituitario- Adrenal (HPA) y, por lo tanto, influir en la reacción fisiológica al estrés. Asimismo, el ejercicio puede contrarrestar el estado de ánimo negativo al mejorar la autoestima y la función cognitiva.

El ejercicio o AF mejora el afrontamiento que se refiere a una respuesta o estrategia conductual o cognitiva para aliviar o prevenir el estrés. El ejercicio terapéutico contribuye a hacer frente eficazmente mejorando el enfoque del problema derivado de la emoción negativa. Esto se debe a un aumento en la concentración de dopamina y a la unión al receptor de dopamina. Además, en un estudio se constató que el ejercicio físico puede llegar a reducir los niveles de epinefrina en la orina al disminuir la tensión nerviosa simpática. Esto podría deberse a la reducción de la frecuencia cardíaca en reposo tras realizar ejercicio físico, lo que indica una disminución de la respuesta simpática al estrés psicofísico. De igual manera, se demostró un descenso en la secreción de cortisol acompañado de bienestar psicológico, lo cual está directamente relacionado con la activación del eje HPA que produce una elevación de cortisol. Es decir, los efectos del ejercicio físico continuado se ven relacionados con una reducción en la hiperactividad del eje HPA.

 

Las directrices de la Asociación Europea de Psiquiatría abogan por el uso del ejercicio estructurado como una intervención para personas con enfermedades mentales, que incluyen esquizofrenia, trastorno bipolar y depresión mayor, entre otros. Se ha demostrado que los programas de ejercicio supervisados por profesionales cualificados resultan en óptimos resultados para la salud.

Afortunadamente, existen estudios experimentales que han ayudado a confirmar que el ejercicio aeróbico programado y el ejercicio de fuerza resultan los más efectivos para la regulación emocional promoviendo el bienestar mental en poblaciones específicas. Entre los beneficios destacados se incluyen mejoras en el bienestar psicológico general, una disminución de los niveles de síntomas psiquiátricos y un mejor funcionamiento cognitivo, así como una mejoría en la función física, en la integración social, en la salud física (por ejemplo, una disminución del riesgo cardiovascular); también mejora la calidad del sueño, la autoestima y, en consecuencia, la calidad de vida.

Asimismo, queda evidenciado que las diferentes comorbilidades somáticas, como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, son factores decisivos para una mortalidad prematura en pacientes que sufren enfermedades mentales. Por consiguiente, refleja el doble impacto de la AF en los resultados esperados de salud física y mental de este tipo de pacientes.

No obstante, a pesar de los beneficios establecidos para la salud tanto física como mental de la AF, las personas con problemas en su SM tienden a ser más sedentarias en comparación con la población general. Es por ello que el interés, mostrado por los profesionales que trabajamos con la Salud Mental, en integrar la AF como parte de la rutina de tratamiento para este gran porcentaje de población ha ido en aumento.